Choquequirao
"Las casualidades y las causalidades". Escuché por algún lugar que las casualidades no existen; pero bueno,de ello hablaremos más adelante; sin embargo las causas efectos de las causalidades aún las mantengo, y digo mantengo porque a raíz de este viaje me he sentido más cerca de lo que palpó la persona que nos transportaría hasta Choquequirao con sus excelentes legados fotográficos.
Así pues, al llegar a Cachora, busqué la familia Peña, familia del cual me habían hablado en Lima. A ellos los identifica su bondad, calidez además de la preparación y cocinado de spaghetti de forma muy exquisita; ellos mismos arriendan cómodas habitaciones.
Todo hubiese pasado desapercibido sino que una de las personas de dicha familia me dijoque tomara asiento un momento porque mi habitación estaba siendo acondicionada. Me senté y me sentí muy a gusto acompañado de un caliente mate de coca, fue allí donde pregunté si podía ver alguna de las revistas posadas en una pequeña mesa; claro que sí, es lo que me respondieron. Muy grato fue ver que en la portada de una de las revistas decía Choquequirao; viendo las demás me di cuenta que también decía Choquequirao; eran tres las revistas, todas con fotos muy hermosas en las portadas; me animé a ver la revista más vistosa para mis ojos, de por sí la portada de dicha revista llevaba una hermosa foto, continuaba leyendo y viendo las pinturas fotográficas, imaginaba los días siguientes pasando por los lugares visitados por ese fotógrafo; era alucinante poder ver esas fotos "tenían vida".
Yo etaba sentado en la puerta de dicha casa la cual estaba muy cercana a una plazuelita con una vista al imponente nevado Padreyoc (5771 msnm). Observar esas fotos en tal escenario, y viendo luego de quien eran las fotos, lo tomé como un regalo preparatorio a todo lo que vería en días susesivos. Sin embargo las sorpresas irían llegando de a pocos, pues al terminar de leer una de las revistas pude notar que figuraba la impresión de firma y dedicatoria del autor de dichas fotos, dicho autor de fotografías había donado la revista y había dedicado su trabajo también a dicha familia que ahora me albergaba.
¡Estaba completamente emocionado!,pero aún faltaban algunos detalles; fue entónces que pregunté: El fotógrafo "¿Les ha dedicado la revista a ustedes?"; si, fue lo que me respondió una chica, "Ël solía venir como usted, con una inmensa mochila y una cámara muy grande y se iba a la montaña con mi padre". Entonces le pregunté: ¿Está su padre?, me respondió : "No, mis padres se encuentran en la chacra cosechando"
Por mi parte hubiera deseado continuar preguntando más sobre ese fotógrafo; pero fue entónces que me dijeron: "Ya puede pasar a su habitación". Me condujeron hacía ella, la puerta era pequeña, tanto así que si no me agachaba podía golpearme con el marco ( y eso que no soy tan alto). Una de ellas comentó : "Las construimos así para concentrar el calor". Fue entónces que escuché música para mi estómago; ¿Desea comer algo?, ¡si! le dije, quisiera comer spaghetti muy calientes y con más mate de coca para beber; en una hora puede bajar para comer ; es lo que me dijo una de ellas. Mientras tanto yo andaba en la habitación con una de las revistas que me permitieron llevarla para continuar viéndola, estaba tirado en la cama aún observando dicha revista.
Pasó muy rápida aquella hora que me habían dicho que tardarían en preparar los spaghetti, yo estaba con el mapa e indicaba el circuito que iba a seguir, fue entonces que Juliet, una de las chicas me preguntó si iba a requerir de una mula para llevar mis cosas en mi recorrido, le dije; en esta oportunidad no, que pretendía hacer la ruta Choquequirao - Machu Picchu sin ninguna ayuda. Me dijo entonces, pero es muy difícil y con semejante mochila, aún más . Sí, lo tengo claro pero es lo que deseo hacer, le dije, de un momento a otro le comenté mientras comía ¡estos spaghettis están deliciosos! Se rió y comentó; eso lo dicen todos. Bueno, es que realmente son muy ricos, quedé conversando varias horas con ellas, salí a pasear un momento por la plazuelita ; sin embargo el frío me hizo retornar al albergue muy pronto para luego descansar.
El día siguiente, bajé a tomar un suculento desayuno; hacía un día muy agradable para caminar y con muy buena iluminación para hacer algunas fotos. Fue en ese momento en que miré nuevamente el mapa para poder iniciar la ruta; una de las chicas me dijo que podía acompañarme por 15 minutos hasta que ella se vaya a su chacra a trabajar y luego yo continuar con mi camino.
Acepté y mientras caminábamos le pregunté que me comentara más sobre aquel fotógrafo, respondiéndome ella; Renzo era también preguntón, era muy agradable, sonriente y con muy buen sentido del humor, era amigo de mis padres, tenía muy buen diente para comer, cuando llegaba de la montaña lo primero que pedía era una ducha, venía contento con las fotos que hacía, dormía donde tú has dormido hoy. Él cada vez que venía se iba con mi padre a la montaña por varios días, mi padre era su guía. Y ahora tú te vas a la montaña y solo, ¡que miedo! .Le dije entónces casi cuando ella había llegado a su chacra, me siento muy seguro en este lugar, fue así como yo continuaría con mi recorrido.
Sin embargo de momento en momento pensaba, en todo lo que el fotógrafo habría pasado, ¿Cuáles habrían sido sus primeras impresiones al pasar por estas rutas?, yo no he conocido mucho de él, es más considero que aún no he conocido nada de él, su trabajo no fue trabajo porque no le causó esfuerzo, lo debe de haber hecho con arte y magia, porque estoy seguro que no le costó trabajo hacer dichas fotos, de lo que si estoy algo seguro es que lo que hacía, lo nutría de ilusión porque su obra sería vista por muchos ojos del mundo.
De casualidad llegué donde él se albergó; si es que existen las casualidades. Ahora hago la travesía con una modesta cámara, sin embargo muy ilusionado en sacarle provecho a todo lo que tenga en vista. Me voy con 40 kilos en la espalda, ahora mismo camino por un suave sendero, el peso aún no lo siento, traigo conmigo una cómoda mochila, camino dejando abajo a Cachora, a mi nor-oriente veo al Nevado Padreyoc con algunas nubes tapando su cumbre, intento hacer algunas fotos, las cuales no me satisfacen, continuo mi camino y puedo ver a una cadena de montañas nevadas; veo el contraste de cumbres nevadas y verdor en sus faldas, se encuentran bañadas por el Río Apurimac, yo estaba caminando por su frente.
Me espera una bajada de 1300 metros más o menos. Al comienzo no se hacía sentir, sin embargo al pasar del tiempo se llega a sentir como los músculos hacen el gran esfuerzo por cargar el peso que en ese momento llevaba. El río lo notaba abajo y realmente no parecía tan lejos, hubiera deseado cortar camino en el descenso, pero el peso me lo hacía meditar varias veces. Seguía con el camino ya marcado.
En algunos momentos parecía que estuviera bajando de una conocida montaña en Lima, parecía que estuviera bajando por los diferentes pisos ecológicos de la montaña Huacapune cercana al Río Rimac en el valle de Huarochiri. Hago dicha comparación porque cuando mi mirada estaba observando solo lo que pisaba en dicho descenso, veía como las distintas plantas eran tan parecidas a dichos cambios de pisos de Huacapune.
Miraba al Río Apurimac muy pequeño; el calor se hacia sentir en ese momento, podía también comparar el color de la vegetación entre la montaña que descendía (Incahuasi) con la montaña que tenía en frente (nevado Corihuaynachina), el mismo que alberga en alguno de sus sectores al "Centro Arqueológico Choquequirao". Ambas montañas eran completamente diferentes, la que yo iba pisando en ese momento contenía menos vegetación, mientras que la de al frente, tenía diferentes tonalidades de verdor pero sin embargo en sus cumbres pura nieve.
En algunos momentos sacaba la cámara y le hacía foto a mi mochila, de ese modo aprovechaba en hacer descansar un poco a los hombros, me hidrataba y pude ver a los lejos la presencia de dos extranjeros con su guía, sus cosas las traían en tres mulas. Yo continuaba haciendo fotos a las montañas, nos saludamos y despedimos muy rápidamente; no había más mochileros por allí, tampoco había personas que siguieran la ruta que yo tomaba, el río lo tenía muy cerca de mí, me faltaba 300 metros para llegar a Playa Rosalina a 1500 msnm. Sin embargo preferí quedarme en Chiquisca a 1830 msnm, pues seguí las recomendaciones de las personas que iba encontrando en el camino. Dichas recomendaciones se basaban en la invasión de mosquitos nocturnos y mañaneros a orillas del río donde pensaba quedarme a dormir en su rivera. Hubiera deseado continuar bajando aquel día y así ganar algo de tiempo, pues de no bajar al día siguiente lo tendría más duro. Fue entónces que decidí establecer la carpa en dicho lugar.
En Chiquisca se podian encontrar a un par de familias que solían vender comida y bebidas. En mi caso, tenía que ir deshaciendome del contenido de mi mochila. Por la tarde llegaron 6 fornidos montañeros puneños, llegaron exhaustos y transpirados; ellos retornaban de Choquequirao, al ver mi mochila opinaron en conjunto: No llegarás sin mula a Choquequirao, a mi me causaba gracia sus comentarios, pero a la vez me hacía dudar sobre mi propósito, mientras entablábamos más amistad comentaron que eran médicos aventureros, por la noche me brindaron medicamentos básicos para emprender con mayor seguridad la ruta hasta Machu Picchu. Puedo recordar aún toda la relación de medicamentos con los que en ese momento contaba.
Aquel primer día me fui a dormir muy temprano, tenía como vecino de carpa a un inglés con algunos problemas de picaduras de insectos, él también habia descendido de Choquequirao; el también opino que yo no podria subir a Choquequirao con mi mochila a menos que lo hiciera con mula.
Los amigos de Puno habían planificado despertarse a las 03:30 a.m. para continuar caminando, yo reinicié la excursión a las 05:30 a.m. y tenía que descender 300 metros hasta el Río Apurimac a 1500 msnm, para luego subir hasta Choquequirao a 3033 msnm. Visto de ese modo parecía muy fácil. Aquella mañana me comenzó a doler un poco los hombros; el peso del día anterior se hacía sentir hoy.
En el camino de descenso encontré a un grupo de franceses levantando su campamento para luego subir a Choquequirao. Yo iba a mi ritmo, los moscos trataron de desayunarme cerca al río, consideré que fue buena la elección en haberme quedado a acampar en Chiquisca, los moscos en el río ya iniciaban festín, pero seguí las recomendaciones de Andrés de traer repelente en cantidades industriales, lo cual me dio seguridad para caminar sin problemas de picaduras.
Ahora me esperaba la gran subida, lo continuaba haciendo a mi ritmo, cada vez se hacía más cansada la excursión un poco por la dificultad y otro poco por la gran cantidad de mosquitos en todo, repito en todo el camino. El sol ya estaba a su plenitud, la ceja de selva se hacía sentir, el calor, la humedad ,más calentura del sol, eran un obstáculo a superar, en algunos momentos deseaba bajar la mochila para descansar, sin embargo sabía que de hacerlo los insectos harían de las suyas conmigo; mientras permanecía en movimiento era menor el riesgo de ser picado, así que a moverme nomás.
Continuaba subiendo, en eso me dieron alcance tres de los 9 franceses que venían con 8 mulas y con dos cocineros. Iban pasándome uno en uno, Ives, el guía de ellos me ofreció ayuda para montar mi mochila en las mulas que ellos traían, le dije que deseaba hacer la ruta solo, sin ninguna ayuda. A medida que iba subiendo me arrepentía, pues las piernas estaban haciendo mucho esfuerzo y sobre todo deseaba llegar para no soportar más las picaduras de los insectos.
Pasé por un lugar denominado Santa Rosa y luego Santa Rosa alta, miré nuevamente el mapa medí el desnivel y me faltaba algo de 550 metros para llegar a Choquequirao, aproveché en comer algo de queso con tocino, galletas y de rehidratarme, me daba ánimos en que ya faltaba poco, pero el calor era cada vez más intenso; a ese esfuerzo se iba sumando el reflejo del sol con los minerales impregnados en el camino, los mismos que reflejaban luz y calor en el cuerpo. Ya faltaba menos, alcancé nuevamente al grupo de franceses y ya íbamos juntos. Era muy agradable caminar con ellos, fui vecino de ellos en el campamento. Tanto ellos como yo no podíamos creer que haya bajado y subido dicho desnivel con ese peso.
Quité la mochila de mis hombros, los mismos que tenían dibujado en color rojo la impresión de mi mochila. Había llegado a Choquequirao, lo había logrado, era un momento mágico, mi idea primigenia era llegar aquel día a Choquequirao, visitar las ruinas y continuar mi camino el día siguiente, sin embargo el esfuerzo de haber llegado hasta allí me hizo meditar la primera idea.
Decidí quedarme dos noches en Choquequirao, total no tenía apuro en irme, deseaba caminar por esos lugares de historia. Llegó la primera noche y allí estaba caminando un poco y pensando nuevamente en ese fotógrafo que le sacó un poco de historia a Choquequirao para transmitírnosla. Recordé algunas fotos vistas dos días antes, era increíble lo que veían mis ojos, me sentía muy bien allí, era estar en la selva alta, pero a la vez veía el nevado Corihuaynachina al levantar un poco la vista, en otro de los rincones veía las ruinas y poco a poco más de ello.
Choquequirao aún estaba siendo redescubierto, se dice que aún en el año 2030 estará completamente vistosa toda la magnitud de lo que fue Chuqui K'iraw "cuna de oro". Por la noche hablaba con uno de los más jóvenes del grupo de los franceses, con Cyril, le preguntaba, ¿Qué puedes comentar de este lugar?, me respondió, es alucinante como pudieron construir los incas a estas alturas, me preguntaba ¿Por qué construirían esto aquí?, tenía que inventarme una respuesta, le dije en ese momento que era un nexo comercial entre la costa, la sierra y la selva. Por lo cual se puede encontrar en este lugar, palacios, templos, canales, acueductos, siendo parte de una estrategia de protección inca. Sentí que me salieron las palabras como si lo estuviera leyendo, y es que antes de iniciar mi recorrido a Choquequirao hablé con un amigo llamado Andrés quien me ayudó a marcar la ruta que debía seguir.
Aquella primera noche, di nuevamente las gracias a los seres existentes y no visibles, por permitirme estar en aquel lugar gozando de la historia construida con magia. Por la mañana con agua y algo de comida en mano,caminé acompañando al grupo de franceses, ellos iban a ser guiados por las instalaciones antes mencionadas además de algunas más.
Ives era su guía, un amigo francés que había conocido hace un año, y por casualidad del destino me lo encontraba en Choquequirao. Nuevamente aquella palabra "casualidad", el hablaba en francés como era lógico y de rato en rato me decía en castellano de lo que se trataba cada una de las instalaciones de Choquequirao. Me sentía bien con aquel grupo, eran muy amigables, aún cuando Cyril y su hermana habían mencionado que sus padres los habían traído obligatoriamente, pues también mencionaron que esto no lo olvidarían jamás en su vida, pues nunca antes habian subido a una montaña y que dicha subida compensaba toda la maravilla que se encontraban presenciando en esos mismos momentos en que yo lo hacia. En algunos pasajes me apartaba del grupo con la finalidad de absorber un poco de la historia.
Al hacer fotos deseaba pensar como los arquitectos de este lugar; si deseaba continuar haciendo fotos, sabía que tenía que mirar como lo hubieran hecho en su construcción. No era fácil conseguir eso, "dudo haber conseguido eso fotográficamente", pero si puedo comentar que lo que vieron mis retinas no pudieron ser captadas con mi modesta cámara.
Estaba en la parte interior de uno los palacios, y nuevamente se me vino a la mente, el recordar algunas de las fotos; se que recordar y tratar de imitar hacer fotos de un fotógrafo no es un buen inicio para poder realizar tu camino independiente en la fotografía; sin embargo, es difícil dejar de pensar en las fotos antes vistas, se tratan de fotos que dejan ver la historia, es un hito en la fotografía; se trata de un peruano que trabajó para la reconstrucción de la historia del Perú. Desde que pisé Cachora escuché su nombre, ahora me encontraba caminando por donde él había caminado, y posiblemente lo que él también había visto. Si en algún momento ven sus fotos podrán ver que dichas tomas hablan y en algunos casos no necesitan letras ni títulos.
Me había distanciado del grupo de amigos franceses, pues deseo hacer fotos con la ayuda del sol y su ocultamiento; hay casi nada de gente y es propicio en hacer alguna buena toma. Retorné contento y podría decir que hasta satisfecho, sin embargo al pasar los minutos y ver las fotos que había hecho dejaba de estar contento, deseaba quedarme más tiempo en aquél lugar, pero a la vez decía: "Tengo que hacerlo con un mejor lente".
Era ya de noche y estaba en la carpa, estaba casi a punto de dormir cuando me saltaron los deseos de experimentar lo que se sentía estar por la noche en las mismas instalaciones incas; subí y pude ver todo de distinto modo, el juego de sombras sumaban muchas cosas diferentes a las percibidas horas antes, era alucinante estar allí, se me caían algunas lagrimas de la emoción, me sentía muy bien; hacía algo de frío, a eso de las 21:00 horas, la luna alumbró toda aquella arquitectura y pude notar todo de otro modo. Agradecí nuevamente a todo los seres por permitirme estar allí; bajé al campamento y ahora sí a descansar.
El día siguiente, al despertar el grupo de franceses me comentaron que había una vaca ruidosa que toda la noche que no dejaba dormir, yo no sentí nada, había dormido nuevamente muy bien. Ya era de día y era aquel día en el cual nos despediríamos, pues los franceses retornarían por el mismo lugar en el que llegaron a Choquequirao, mientras yo continuaría con mi propósito de llegar a Machu Picchu.
Continué mi camino en ascenso hasta alcanzar ver el río denominado río Blanco el cual se encuentra al otro lado de la montaña. A medida que iba avanzando iba viendo más ruinas, ya estaba al límite entre viendo los dos ríos tanto al Apurimac y al Blanco, podía ver alguna de las plataformas arquitectónicas de Choquequirao.
Sentía nostalgia de alejarme de aquel lugar, pero mi camino tenía que continuar, lanzaba algunos últimos disparos de la cámara. Me hacía la idea en encontrar lugares fangosos en mi camino, estaba preparado para ello, tenía zapatos de jebe "eso que protegen hasta las rodillas". Fue una de las recomendaciones de Andrés. Ya había tenido experiencia en caminar en zona fangosa tanto en Iquitos y en Jaén, sin embargo, pensaba... ¿cuándo será el momento en que tenga que usar aquellos calzados?, desea que valiera la pena llevar ese peso de los zapatos (4 kilos), pero no hizo falta su uso en ningún momento de la ruta. Ya había pasado el punto más alto en ese día 3350 msnm aproximadamente, ahora tenía que volver a descender hasta la cercanía del río Blanco 1900 msnm, iba a mi ritmo, sin apuro.
Pensé que de dormir a las orillas de aquel río también podría suceder que los mosquitos puedan hacer de las suyas conmigo, dejé de pensar en donde establecer mi carpa, cuando mis ojos se dejaron atraer por unos andenes y caminos incas, podía notar que el complejo Choquequirao continuaba hasta allí, ¡estaba fascinado!.
Continué bajando y noté la presencia de unos arrieros con campamento, ellos esperaban a sus "turistas o pasajeros" como ellos los suelen llamar. Les pregunté ¿dónde podía encontrar agua?, me enseñaron extendiendo su mano derecha, el lugar donde podía ubicar una pequeña cascadita de agua.
Corrí hacía ese lugar y pude saciar mi sed. No faltaba mucho para poder llegar al río, tenía agua, tenía ruinas que explorar a mi lado y sobre todo había un lugar plano para acampar, además de tener compañía con quien conversar. Así que la decisión fue obvia en quedarme ha acampar allí.
Llegaron luego un grupo de daneses acompañados de su guía también de nombre Eric, ellos al igual que los franceses también contaban con cocinero y arrieros. Con la diferencia que estaban realizando la misma ruta que yo. Recuerdo haber estado jugando a juego de estrategia, éramos peruanos contra las danesas, luego de mucho pensar, se impusieron los locales. La noche estrellada en su totalidad, yo no desperdiciaba el tiempo en dejar de hacer fotos, duró el entusiasmo de hacer fotos hasta que comenzó a caer la lluvia.
Al caer la lluvia los moscos desaparecerían, fue en ese momento en que aproveché en ir a realizar un pago a la tierra (se sobre entiende), de ese modo ya no sería picado por los insectos. Luego pasé a refugiarme en la carpa pues el día siguiente había que continuar con la marcha. La lluvia cayó durante varias horas.
Por la mañana el cielo completamente despejado, pegaban los rayos solares en todo el rostro, estaba muy motivado por llegar al río y darme un chapuzón, el descenso lo hice apresuradamente para no sentir el peso de la mochila. Bajé la temperatura de mi cuerpo en el río, bañado por sus aguas heladas, estaba siendo refrescado. Llegó mi tocayo con las danesas, ellos también se metieron al río, era algo inevitable, el calor nos agobiaba, a pesar de estar estábamos a 1900 msnm el calor se hacía sentir.
Ahora había que ascender hasta un pequeño caserío llamado Maizal, ubicado a 3000 msnm, tenía que poner ganas y continuar ascendiendo. Estaba feliz de hacer fotos y entusiasmado por continuar haciéndolas en todo el camino. Cuando estuve en Choquequirao prometí volver y volver a hacer fotos. Al llegar a Maizal de eso se encargó el destino. Y digo se encargó pues mi cámara dio a dar con el piso al caer con el lente abierto. Era inútil todo intento de reparación, estaba con dolor en mis ojos y en el corazón. No podía creer lo que había pasado, se había estropeado mi única cámara fotográfica, intentaba hacerla funcionar, luego de dar un disparo se auto apagaba.
Armé mi carpa, mientras comía algo de papas con atún intentaba arreglar lo ya irreparable, se me fue el hambre pero aún así tenía que continuar nutriéndome. Luego fueron llegando grupos de daneses, alemanes y otro pequeño grupo de franceses. Allí conocí a Flabio, Marion y Eric, otro Eric, ya éramos 3 en esa montaña. Pregunté en mi desesperación de reparar la cámara si alguno de los presentes sabía componer cámara, sin embargo no había ni uno. Fue entonces cuando noté que mi promesa de volver a Choquequirao se tenía que cumplir. Nuevamente se me vino a la mente la palabra causalidad, la causa de todo ello era un no sé que, y el efecto sería volver a hacer ruta Choquequirao - Machu Picchu, así como lo aprendido hasta ese momento en la ruta.
La vista del valle era hermoso, un poco de lluvia hizo que nuevamente el descanso sea algo temprano, ya en la mañana del día siguiente tenia que continuar con el ascenso hasta la denominada Mina Victoria 4170 msnm y luego descenso hasta Yanama 3500 msnm. Fue en la denominada Mina Victoria, donde me lamentaba de no tener la cámara, teníamos una vista impresionante de ambos valles, era una pintura, habían muy buena tomas para hacer y me daba pena tener que pedir cámara prestada para que me permitieran hacer algunas fotos, fue allí donde le solicité a Marion y Eric (los franceses) sus cámaras, fue así como pude hacer algunas fotos de dicho lugar, estuvimos allí largos minutos mientras comíamos algo y éramos impregnados por los rayos del sol, el viento corría fuerte, subimos algunos metros más para poder tener mayor vista y panorama, fue entonces que noté la presencia de un cóndor en pleno valle, estaba a nuestra altura, a escasos 40 metros de distancia de nosotros, los que tenían cámara no desaprovecharon la oportunidad y yo con las ganas de hacerlo. Luego pasó otro cóndor pero algo más lejano, era increíble haberlos visto tan cerca.
Luego de deleitarnos con aquellos cóndores había que descender hasta el poblado Yanama, el mismo que se encuentra a los pies del río del mismo nombre. Desde ese poblado se puede ver el nevado Yanama y el nevado Corihuaynachina por el otro. Es impresionante poder tener aquella vista, el atardecer sensacional con sus impresionantes colores. Aquella tarde algunos tuvimos la suerte de comer pachamanca, las cosas que había llevado en la mochila ya comenzaban a hacer peso innecesario desde hace rato, pues noté que había llevado comida en exceso, pero en poblados como esos ni un exceso de alimentos es exceso. Tanto las botas de jebe como los alimentos fueron bien destinados en aquellos lugares que pasaba. Noté que había un colegio y también noté que algunos turistas que hacían su paso por allí, llevaban útiles escolares además de dulces y algunos casos pasta dental. Fueron uno de los actos que más me gusto de todo el recorrido.
Por la mañana siguiente había que despertarse muy temprano, pues había que hacer un recorrido algo considerable, desde Yanama 3500 msnm, hasta paso Apacheta 4600 msnm, y luego bajar hasta Totora 3600 msnm. El camino al amanecer se hacía sentir intensamente el frío, a medida que iban avanzando las horas hacía más frío, una terrible tos afectaba mi salud, unas pastillas de Karen (la danesa) y de mi tocayo francés, hicieron que calme un poco esa tos.
La marcha continuaba, y había que pasar el paso Apacheta, estábamos con mucha lluvia en el camino, sin embargo el viento hacía que la lluvia pegase con fuerza. Jamás había sentido una lluvia acompañada de tanto viento, sin exagerar les puedo decir "la lluvia golpeaba". El descenso lo hice corriendo hasta llegar a la cercanía de Totora, pues deseaba sentir calor. Nuevamente noté la diferencia de pisos ecológicos, zona rocosa en el paso Apacheta y mucho verdor en Totora. El clima iba cambiando radicalmente. Establecí la carpa cerca de una pequeña posta médica al costado del río, allí estaba la carpa y con la inimaginable vista del nevado Salcantay 6264 msnm, aquél nevado de tanta magnitud e impresionante blanca vista. Y por otro lado los nevados Huamantay 5459 msnm y Tucarhuay 5910 msnm.
La vista agradecía tanta belleza y mi corazón contemplado de dicha fortuna de vivir aquellos gratos momentos. Sabía que la noche iba a ser muy fría, ya minutos antes una inglesa de nombre Karen me manifestó del frío que tuvo en la pasada noche, ella se iba a Choquequirao con su pequeño grupo. Armé la carpa y al sacar la bolsa de dormir noté que estaba completamente húmeda, no la había protegido lo suficiente de la lluvia. Fue entonces cuando manifesté tal y como lo dijera un conocido cómico limeño, ¡Horror!, estaba muy preocupado por soportar la noche fría con la humedad de mi bolsa de dormir.
Ya era de noche, al ver algunas pequeñas casas con sus velas y fogatas encendidas me acerqué a la suerte a una de ellas, llevé mi bolsa de dormir para pretender secarla con el calor del fuego de sus cocinas a leña. Fue entonces que dicha familia de apellido Sacco, se comparecieron del no secado de la bolsa de dormir y muy amablemente me brindaron cobijo dicha noche. Sentí gratitud por la gente amable que existe en las montañas. Luego de ponerme a cocinar algunas sopas y frijoles y mazamorra morada, nos fuimos a dormir, esa noche la pasé muy caliente.
Por la mañana había que realizar sólo descenso, desde Totora hasta la denomina Playa (lugar descampado) apropiado para acampar, sin embargo al notar que había demasiado ruido en dicho lugar, decidimos tanto Flabio, Marion y su novio en irnos hasta el poblado Santa Teresa. El descenso era muy agradable, cada vez se sentía más calor, el verdor con sus diferentes matices pintaban todo el panorama descendente, comentaba Flavio que en algunas ocasiones se puede apreciar a los osos de anteojos bebiendo agua en las riveras del río, desde aquel momento no dejaba de mirar hacia el río pues no perdía las esperanzas de ver algún oso en su habitad natural. En esta oportunidad no lo he podido ver, pero ya se presentará la ocasión propicia y si se puede con cámara.
Acampamos en el poblado Santa Teresa baja, en el campo deportivo. Estaba cansado y con ganas de darme un baño, fue entonces que comencé a buscar los baños termales de dicho lugar, bajé por el río Santa Teresa, luego de ser orientado por un lugareño ubiqué dicho paraíso de agua caliente, tenía ganas de arrastrar mi carpa hasta dicho lugar, pues no deseaba salir de allí, ya era de noche y yo continuaba estando allí, pasaron algunas horas y mi piel iba cambiando de forma, estaba cocido por así decirlo. Ya eran las 22:00 horas y era momento de volver a la carpa. Estaba exhausto, al tocar la carpa caí rendido a dormir.
El día siguiente me desperté tarde, después de desayunar inicié mi recorrido cruzando el río con una oroya (sistema de cuerdas), tomé la carretera que iba al costado del río Santa Teresa hasta llegar a Hidroeléctrica. En dicho lugar encontré una catarata de mediana dimensión, también encontré con ayuda de Flavio algunas ruinas pocas visitadas, una ruina que constaba de una plataforma inca. Desde allí se podía ver directamente una plataforma similar en Machu Picchu.
Se dice que para la construcción de Choquequirao y Machu Picchu se necesitaron hacer algunos estudios previos a sus edificaciones. Si es así y no casualidad, la existencia del efecto de la causalidad de ambos lugares, será tarea del historiador y del fotógrafo.
Menciono al fotógrafo que rescata aquella historia, el mismo que me inspiró casualmente.
Menciono al fotógrafo que rescata aquella historia, el mismo que me inspiró casualmente.